Violencia Física hacia
Niñas, Niños y Adolescentes
(Maltrato o Abuso Físico)
Unidad de Apoyo para el Aprendizaje
IniciarEn esta unidad, se definirá qué es la violencia física, también conocida como abuso o maltrato físico. Se describirá su epidemiología y los factores de riesgo que incrementan la posibilidad de que ocurra. También identificarás los mecanismos de producción de las lesiones, su clasificación por severidad, las principales manifestaciones y las medidas de protección. Como médicos en formación, es muy importante que aprendas sobre esta patología, ya que su detección oportuna puede cambiar la vida de una niña, niño o adolescente (NNA) o, inclusive, salvarle la vida. Como parte de las habilidades que debes adquirir, abordamos los principales datos que te ayudarán a sospechar esta problemática y compartimos contigo puntos importantes a considerar durante el interrogatorio y la exploración física, así como los diagnósticos diferenciales que debes considerar antes de establecer el diagnóstico.
(s. a.) (2019). Violencia física [fotografía]. Tomada de
https://www.elsoldetoluca.com.mx/local/reportan-280-casos-de-maltrato-infantil-en-la-entidad-durante-2018-3173157.html
El maltrato/violencia/abuso físico son los nombres con los que se identifica a este tipo de violencia. Para fines de claridad, en esta unidad, utilizaremos preferentemente el término violencia física, aunque podrás encontrar los demás términos, de acuerdo con el autor al que hagamos referencia. De acuerdo con la instancia que la defina, a continuación, describiremos algunas definiciones.
De acuerdo con Butchart y Harvey (2009), el abuso físico de un niño —por niño nos referimos a las personas menores de 18 años— puede definirse como…
[…] el uso deliberado de la fuerza física contra un niño de modo que ocasione, o muy probablemente ocasione, perjuicios para la salud,
la supervivencia, el desarrollo o la dignidad del niño. Se incluyen en este concepto los golpes, palizas, patadas, zarandeos, mordiscos, estrangulamientos,
abrasamientos, quemaduras, envenenamientos y asfixia. Gran parte de la violencia infantil en el hogar responde al propósito de castigar al niño (p. 10).
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) definen el abuso físico como toda forma de agresión no accidental infligida al menor, producida por medio del uso de la fuerza física; incluye dos categorías:
Además, en México, existen diversas definiciones, entre las cuales se encuentran la del Consejo Nacional de Población, que conceptualiza la violencia física como la implicación del uso de la fuerza para dañar al otro con todo tipo de acciones, como empujones, jaloneos, pellizcos, rasguños, golpes, bofetadas y patadas; el agresor puede utilizar su propio cuerpo o utilizar algún otro objeto, arma o sustancia para lograr sus propósitos. La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia la define como cualquier acto que inflige daño no accidental, usando la fuerza física o algún tipo de arma, objeto, ácido o sustancia corrosiva, cáustica, irritante, tóxica o inflamable o cualquier otra sustancia que, en determinadas condiciones, pueda provocar o no lesiones ya sean internas, externas, o ambas.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), antes de la pandemia, América Latina y el Caribe ya registraban una alta prevalencia de violencia contra la niñez. La disciplina violenta (uso de castigo físico y psicológico) afecta a casi 75 % de los niños y las niñas de tres a cuatro años, de los cuales más de la mitad sufre castigo físico.
En México, en la Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Mujeres 2015 (ENIM 2015), se identificó que el maltrato físico lo vivieron tanto niñas (42.2 %) como niños (45.3 %), pero fueron las niñas (61.8 %) y los niños (56.9 %) de dos a cuatro años quienes recibieron más castigos físicos que otros grupos de edad. En la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (Endireh 2016), entre las adolescentes de 15 a 18 años se reportó que 66.1 % experimentó violencia a lo largo de la vida y el 34 % reportó violencia física. Por otra parte, datos de la Encuesta de Salud y Nutrición 2018 (Ensanut 2018) reportaron que 52.8 % de NNA han vivido algún tipo de disciplina violenta (nalgadas, manazos o pellizcos) en sus hogares.
Por otro lado, las medidas de confinamiento adoptadas para limitar la propagación de la COVID-19 incrementaron los casos de violencia doméstica en el país. De acuerdo con el Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal 2021 (CNPJE 2021), la violencia familiar se incrementó en un 5.3 % de 2019 a 2020 y alcanzó 220 609 casos registrados.
Factores de riesgo
Se ha documentado que algunas características presentes en NNA y en las familias pueden incrementar el riesgo de experimentar violencia física; a continuación, éstas se muestran:
Características que incrementan el riesgo de violencia física.
Dentro de las principales razones para que suceda la violencia física hacia NNA, se encuentran las expectativas poco realistas de los padres/tutores/cuidadores sobre ellos, así como la incapacidad de los NNA para cumplir con dichas expectativas, como resultado de sus habilidades motoras, cognitivas y sociales —por la etapa del desarrollo en la que se encuentren y que, generalmente, es desconocida por tutores—, un retraso en el desarrollo, alguna enfermedad, el temperamento, la hiperactividad o la disciplina inconsistente por parte de padres/cuidadores/tutores. Esto a menudo se debe a la falta de comprensión del cuidador sobre el comportamiento normal de NNA y su desarrollo emocional. Esto puede llevar, entonces, a padres/cuidadores/tutores a atribuir una intención maliciosa, por ejemplo, a un bebé que no deja de llorar o a un niño pequeño que ha tenido un accidente al aprender a usar el baño, ya que lo consideran como que es terco, desobedece, se porta mal, no se fija, es sucio, lo hace a propósito, etc.
La gravedad de las lesiones causadas por el abuso físico puede ir desde sutiles marcas en la piel que pueden pasar inadvertidas, como hematomas aislados, hasta traumatismos craneales y abdominales fatales. Está bien documentado que el abuso físico tiende a ser repetitivo y que la gravedad de los ataques tiende a aumentar con el tiempo, así como la gravedad de las lesiones; de esta forma, el reconocimiento, la notificación y la intervención tempranos son esenciales en la prevención del aumento de la morbilidad y la mortalidad. De acuerdo con Longitudinal Studies on Child Abuse and Neglect (1997), la severidad de estas lesiones puede clasificarse en grados:
Grados y severidad de las lesiones.
Mecanismos de producción de las lesiones
Las lesiones de abuso físico pueden dañar la piel, las mucosas, los huesos y órganos internos. Tales lesiones pueden ser externas —“visibles”—, internas —“invisibles”— o ambas. Las primeras son detectadas de primera intención por un familiar o un adulto cercano al NNA o durante la revisión clínica; son causadas por alguna parte del cuerpo del agresor —puño, pie, cabeza, etc.— o provocadas con un objeto externo —cinturón, alambre, plancha, chancla, botella, palo, cuchara, entre otros—.
Lesiones visibles
Las lesiones visibles en la piel pueden producirse por los siguientes mecanismos —ver las imágenes que a continuación se presentan—:
Otros mecanismos que pueden generar lesiones por violencia física en otros tejidos u órganos son jalar —arrancamientos, por ejemplo, de cabello u orejas—, traccionar —dislocación de articulaciones, como hombro y codo—, sujetar o apretar con fuerza —fracturas costales—, torcer —fracturas en espiral, sobre todo, en huesos largos—, aventar —fracturas múltiples o en diferentes zonas—, doblar —fracturas diafisiarias— e impactar contra superficies —fracturas de cráneo o diafisiarias o metafisiarias en extremidades—.
La ubicación de las lesiones también nos puede orientar para diferenciar sobre si éstas fueron generadas por abuso físico o por la actividad normal del NNA.
Petska, H. W. y Sheets, L. K. (2014). Ubicaciones atípicas de hematomas en niños normales y activos [imagen]. Tomada de https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0031395514001217?via%3Dihub.
Lesiones invisibles
Las lesiones internas o “invisibles” para el examinador se detectan por el cuadro clínico de sufrimiento o irritación de alguna estructura dañada —craneal, torácica, abdominal u ósea— que ha originado una hemorragia, la perforación o estallamiento de una víscera torácica o abdominal, o bien, una fractura. Su detección permite sospechar o confirmar el diagnóstico; asimismo, dicho daño puede ser corroborado mediante el empleo juicioso del laboratorio —biometría hemática o pruebas de coagulación— y de gabinete —radiografías, ultrasonidos, tomografía, resonancia magnética o gammagrafía ósea—. En las siguientes imágenes, se muestran ejemplos de lesiones que pueden ser invisibles al ojo del examinador si no se realiza una exploración cuidadosa y meticulosa.
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Carrasco, M. M. y Wolford, J. (2022). Fracturas [fotografías]. Tomadas de Zitelli, B. J., McIntire, S. C., Nowalk, A. J. y Garrison, J. (2022). Zitelli and Davis. Atlas of pediatric physical diagnosis, p. 196.
Lesiones centinela
Son lesiones menores, como moretones pequeños o lesiones intraorales, que no requieren ninguna intervención médica; por lo general, se presentan en bebés que aún no deambulan o con poca movilidad, que son detectados por el cuidador/padre y que su ubicación no va acorde con el desarrollo psicomotor o no se explica su etiología; por ejemplo, moretones en la cara, cuando el niño no se gira ni se desplaza todavía. A menudo, son uno de los primeros signos de abuso físico; incluyen lesiones como hematomas, hemorragias subconjuntivales o sangre de la boca o la nariz o ruptura del frenillo.
(s. a.) (2022). Resumen de los hallazgos clave de las lesiones centinela [tabla]. Basada en Sheets, L. K., Leach, M. E.,
Koszewski, I. J., Lessmeier, A. M., Nugent, M. y Simpson, P. (2013). “Sentinel injuries in infants evaluated for child physical abuse”, pp. 704, 705.
Resumen de lesiones centinela.
Carrasco, M. M. y Wolford, J. (2022). Hemorragias subconjuntivales [fotografías]. Tomadas de
Zitelli, B. J., McIntire, S. C., Nowalk, A. J. y Garrison, J. (2022). Zitelli and Davis. Atlas of pediatric physical diagnosis, p. 178.
Quemaduras
Se observan, con mayor frecuencia, en niños menores de cinco años. Las quemaduras en la espalda, las nalgas o en genitales en bebés y niños pequeños son motivo de preocupación por lesiones abusivas mientras se bañan. Las historias que incluyen un accidente inesperado en el baño pueden alertar a un médico sobre las preocupaciones de un cuidador frustrado. Las quemaduras de contacto profundas con una huella clara de la superficie caliente deben generar sospechas para un médico reflexivo; cuando se considera una lesión por abuso por una quemadura, una historia inconsistente, un patrón inusual de lesiones o la demora en buscar atención médica, se aumenta la idea de maltrato. Es importante evaluar otras lesiones cuando una quemadura es sospechosa de abuso o negligencia.
Las quemaduras por inmersión se encuentran entre las formas más comunes. Los patrones típicos incluyen quemaduras simétricas de manos o pies en una distribución de “guante-calcetín”, con una línea nítida de demarcación al nivel de la línea de flotación; las circunferenciales de los pies y la parte inferior de las piernas, junto con las quemaduras del perineo y las superficies flexoras de los muslos, se observan en niños sumergidos en agua hirviendo.
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Carrasco, M. M. y Wolford, J. (2022). Quemaduras infligidas [fotografías]. Tomadas de
Zitelli, B. J., McIntire, S. C., Nowalk, A. J. y Garrison, J. (2022). Zitelli and Davis. Atlas of pediatric physical diagnosis, p. 189.
Estas formas de maltrato/violencia/abuso físico incluyen diversos mecanismos que producen lesiones traumáticas no accidentales en la cabeza de infantes menores de cinco años, entre ellas, por ejemplo, el sacudimiento violento que puede generar el síndrome del niño sacudido (SNS).
Específicamente, el SNS (SBS, por sus siglas en inglés) se produce por el sacudimiento violento de un infante, generalmente menor de dos años, aunque puede presentarse en los primeros cinco años de vida. Se ha descrito que este mecanismo genera lesiones intracraneanas que se manifiestan con signos —tríada clásica— como hematoma subdural, hemorragias retinianas, encefalopatía o traumatismo espinal; aunque no tienen sonido, podrás identificar la fisiopatología de las lesiones —véase el video de la siguiente liga—:
Recientemente, diversos autores han sugerido que esta tríada no es patognomónica sólo de este mecanismo de lesión. Dependiendo de la severidad de la lesión y del desarrollo del niño o la niña, estos síntomas pueden ser muy pronunciados o apenas sutiles y no específicos. Los lactantes más pequeños tienen síntomas no específicos como vómito, el cual puede ser malinterpretado o, incluso, pasado por alto por el personal médico.
Los lactantes y niños maltratados pueden tener síntomas que van desde inespecíficos, que requieren atención de apoyo, hasta complicaciones agudas que amenazan la vida y que precisan tratamiento urgente —insuficiencia respiratoria, dificultad respiratoria grave, hipertensión intracraneal, disminución de la conciencia, convulsiones y choque—. Los síntomas son variables y dependen de la duración e intensidad de la sacudida, así como de la edad y constitución del niño y el agresor. A mayor duración —más de tres segundos—, mayor fuerza —los varones suelen infligir mayor daño—; a menor edad del niño o la niña —menos de seis meses—, la lesión será de mayor gravedad.
Algunos signos y síntomas, aunque inespecíficos, que han resultado ser banderas rojas para sospechar AHT son irritabilidad/letargo, estado mental alterado, dificultad respiratoria, fracturas múltiples, especialmente cuando se encuentran en diferentes etapas de curación, diversos grados de abrasiones o hematomas en lugares inusuales, sobre todo, cuando se observan en un niño que no camina, vómitos y mala nutrición. La tríada sintomática clásica de hematoma subdural, edema cerebral y hemorragia retiniana sigue siendo una herramienta de diagnóstico útil; sin embargo, su ausencia no debe llevar al clínico a descartar AHT, ya que dichos síntomas pueden estar ausentes en alrededor del 20 % de los casos. El hematoma subdural es un hallazgo intracraneal cardinal asociado con AHT; tiene una alta asociación cuando se presenta en un lactante con antecedentes poco claros o donde no se explica el posible mecanismo de lesión. Además de estas manifestaciones, se pueden encontrar fracturas de tórax por sujeción o de cráneo y extremidades por un impacto contra superficies.
La principal consecuencia es que los proveedores de atención médica inicialmente pueden diagnosticar o retrasar el diagnóstico de AHT pediátrica por desconocimiento de esta patología, por lo inespecífico de los síntomas y la falta de sospecha o porque piensan que no corresponde a ellos interrogar sobre los factores sociales que pueden ser de riesgo para que sucedan estas conductas; por ejemplo, el llanto del bebé, padres jóvenes, bajo control de impulsos en padres/cuidadores, antecedente de violencia, así como pocas redes de apoyo o algún evento estresante en éstos —pérdida del empleo, enfermedad y cansancio—, lo que puede llevar a episodios repetidos de trauma infligido, porque, al sacudirlo, las microhemorragias, las lesiones o el edema cerebral pueden generar que deje de llorar y se duerma el bebé, lo que refuerza creer que esta acción funciona para tranquilizarlo. Además, los cuidadores, a menudo, se retrasan en llevar al niño o la niña a tratamiento hasta que su estado es crítico, lo que resulta en un peor pronóstico a corto y largo plazo.
Aunque la mayoría de las víctimas sobrevive, la tasa de mortalidad oscila entre 13 % y 35 %; entre 10 % y 15 % de los sobrevivientes tienen poco o ningún impedimento o discapacidad; los más frecuentes son déficit visual, pérdida auditiva y deterioro cognitivo y hasta la mitad tendrá alguna secuela moderada o severa, como epilepsia, ceguera, sordera, retraso psicomotor, hemi o cuadriplejia. Esta forma de abuso/maltrato/violencia es 100 % prevenible; al respecto, ve el siguiente video.
Diagnóstico
Cuando se encuentren lesiones o indicadores que nos hacen sospechar abuso físico, es importante interrogar a NNA, ya que, a partir de los dos años, cuando tienen un adecuado neurodesarrollo, pueden brindarnos un relato de lo ocurrido. Algunas preguntas que podemos hacer son:
Al interrogar a padres/cuidadores, los siguientes tipos de preguntas pueden ayudarnos a identificar datos —inconsistencias, cambios en la versión, falta de detalles del suceso— que nos sugieren que las lesiones fueron ocasionadas por abuso físico:
Es importante asegurar los datos de contacto de la persona adulta que acompaña al NNA y que se dé seguimiento por la consulta, en caso de que no se realice el ingreso y sea derivado a otro nivel de atención, para su posterior ubicación y poder realizar el reporte a las instancias correspondientes, si es necesario. En lo posible, hay que procurar obtener esa información de un documento oficial.
Al igual que la anamnesis o entrevista focalizada, el examen físico debe ser realizado en un lugar que garantice la privacidad del NNA; se hará por el personal médico que asiste al NNA, en lo posible ofreciéndole optar por el sexo del examinador. Es recomendable que esté acompañado por la persona de confianza que escoja y, si lo plantea, permitirle ingresar sin acompañamiento. El médico o la médica deberá estar acompañado(a) por alguien más del personal de salud. El examen debe ser completo y sistemático, de cabeza a pies, incluyendo genitales, respetuoso de la privacidad y del pudor del NNA. Es importante contar previamente con los recursos materiales necesarios —iluminación, guantes, bata, etc.—; se prestará atención a los indicadores físicos mencionados, buscando patrones lesionales compatibles con las situaciones de violencia:
En caso de que se identifique alguna lesión que sugiera violencia física, en los siguientes casos, se indican estudios radiográficos de extensión en búsqueda de otras lesiones:
Diagnóstico diferencial de violencia/abuso/maltrato físico
Con relativa frecuencia, infantes lesionados inicialmente se atienden en los servicios pediátricos de urgencias y los médicos se abocan a resolver el problema médico, quirúrgico o de urgencia que generó el motivo de consulta y no investigan si el mecanismo señalado por los padres coincide con la manifestación clínica del paciente. Como parte del abordaje, se deben descartar los padecimientos descritos en el esquema:
Causas que originan lesiones en un NNA.
El personal de salud debe estar alerta a la aparición de indicadores asociados a la violencia, prestando especial atención a determinados grupos de riesgo, como NNA con discapacidad, institucionalizados o portadores de enfermedades crónicas (Butchart y Harvey, 2019).
El diagnóstico clínico de una situación de violencia hacia un NNA, en ocasiones, suele ser complejo. Es recomendable, en la medida de lo posible, la valoración de la situación, en conjunto, de médicos y otros profesionales de la salud —psicólogos, trabajadores sociales, equipo de enfermería, nutriólogos, etc.—, que pueden aportar a un diagnóstico integral. No es necesario confirmarlo o tener la certeza del diagnóstico para activar el sistema de protección; basta con la sospecha. Es importante recordar que lo más importante es la seguridad y la protección de NNA.
Especialmente en aquellas situaciones en las que no aparecen indicadores de alta especificidad diagnóstica o donde no hubo un relato espontáneo por parte del NNA y no es posible la valoración conjunta con los recursos técnicos mencionados, se sugiere referir la situación a un nivel de salud de mayor complejidad. Si se identifica un riesgo para la vida o integridad de un NNA y nos encontramos en una institución que permita hospitalizar, es conveniente valorar esta posibilidad para su protección; si existe la probabilidad de riesgo para la integridad o seguridad, se debe dar aviso a la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (PPNNA) o a la Fiscalía General de Justicia, antes ministerio público, y coordinar en conjunto para la atención integral y protección de NNA.
La violencia física representa un reto diagnóstico para el médico de primer contacto. Desde que el NNA entra a consulta y hasta el final de la atención médica, se deben buscar los indicadores que nos orienten a un diagnóstico certero cuando se sospecha de un caso de este tipo de violencia.
Es indispensable que el médico esté capacitado para el diagnóstico de la violencia física en NNA, para que desarrolle una adecuada práctica profesional. A continuación, se te presentarán algunas preguntas para evaluar esta unidad de apoyo.
Fuentes de información
Básicas
Bibliografía
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Complementarias
Documento electrónico
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. (2021, 24 de junio). La pandemia incrementó la violencia contra los niños y niñas en América Latina y el Caribe. https://www.unicef.org/lac/comunicados-prensa/la-pandemia-incremento-la-violencia-contra-los-ninos-y-ninas-en-america-latina-y-el-caribe
Cómo citar
Casas, A., Velasco, Á. E., Rodríguez, A. y Loredo. A. (2023). Violencia Física hacia Niñas, Niños y Adolescentes (Maltrato o Abuso Físico). Unidades de Apoyo para el Aprendizaje. CUAIEED/Facultad de Medicina-UNAM. (Vínculo)