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La Mujer en la Arquitectura Porfiriana

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Introducción

La arquitectura es la actividad que tiene como finalidad resolver las necesidades sociales de espacios habitables. Al mismo tiempo nos permite conocer las diversas actividades culturales de los seres humanos realizadas en entornos construidos a través de la historia.

La arquitectura es un producto social, que manifiesta la forma de pensar, el desarrollo y los alcances técnicos de la época en que se origina. Los espacios educativos y algunos ejemplos de arquitectura industrial, en los que la presencia de la mujer era manifiesta, son representativos de esta problemática.

Aquí se aborda con interés la historia de la arquitectura mexicana y las condiciones en las que las mujeres realizaban diversas actividades, principalmente laborales y educativas, y los espacios construidos en los que las desempeñaban, durante el porfiriato, dentro de la Ciudad de México, en un entorno social en el que la perspectiva de género estuvo, sencillamente, ausente.

(s. a.) (2008). Porfirio Díaz cerca de 1880 [fotografía]. Tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Porfirio_Diaz_ak.jpg
(s. a.) (s. f.). Palacio de Bellas Artes, México City in 1915 [fotografía]. Tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Palacio_de_Bellas_Artes,_Mexico_City,_1915.jpg

En nuestra sociedad han estado tan profundamente internalizados los valores impuestos desde la perspectiva masculina, que aún en la actividad del diseño arquitectónico han permeado, aun cuando se trate de ofrecer soluciones a las demandas de espacios habitables específicos para las mujeres; es decir, desde una percepción masculina, se define la forma de solucionar las necesidades de espacios construidos para la mujer. Una finalidad de este contenido es aportar información que nos permita reflexionar sobre este problema, con el fin de contribuir a la transformación de este pensamiento, para ejercer la arquitectura desde una perspectiva de género.

Objetivo

Distinguir los parámetros del diseño de los espacios arquitectónicos durante el porfiriato, reconociendo cómo fueron habitados dichos espacios por las mujeres de la época, a fin de aportar a la arquitectura desde una perspectiva de género.

El porfiriato

En el año de 1876, después de derrocar al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, mediante un golpe de Estado, Porfirio Díaz fue elegido, mediante un proceso electoral, presidente de México. Así inició el periodo histórico del porfiriato, que duraría hasta 1911, cuando Díaz se vio obligado a renunciar a la presidencia, debido a la presión ejercida por el descontento generalizado de la población en contra del Gobierno, que se había manifestado en un gran movimiento social revolucionario.

General Porfirio Díaz, presidente de la república 1876-1911.
Figueroa, J. (1899). Guía general descriptiva de la república mexicana. El Distrito Federal (tomo I). Ramón de N. S. Araluce.

En el porfiriato…

El país experimentó un proceso de crecimiento económico y de industrialización sostenido, de impulso al mercado nacional y de integración a los mercados internacionales; crecimiento que tuvo como columna vertebral la construcción de una extensa red ferroviaria que permitió comunicar a buena parte de la república mexicana; sin embargo, a pesar del notable crecimiento económico, el progreso y de la estabilidad social que hubo en esa época, prevaleció el uso y abuso del poder: el autoritarismo fue el sello del gobierno de Porfirio Díaz.

El resultado…

Fue contrastante: surgió una élite privilegiada, al amparo del poder político, encabezada por la alta burocracia porfiriana, pero también constituida por hacendados, empresarios y banqueros nacionales y extranjeros, y paralelamente se consolidó la clase obrera, en torno a las fábricas que se establecieron, sobre todo, en los principales núcleos urbanos. En el ámbito rural, los campesinos y los pueblos indígenas sobrevivían en condiciones de pobreza extrema.

La cultura…

Tuvo un notable impulso, a pesar de las difíciles condiciones que prevalecían en otras esferas de la realidad mexicana de entonces, en prácticamente todos los campos. En la literatura destacaron poetas como Ramón López Velarde, Manuel Acuña, Amado Nervo, cronistas como Luis González Obregón, Manuel Rivera Cambas, Antonio García Cubas y escritores como Ignacio Manuel Altamirano y Manuel Payno. En las artes plásticas hubo artistas relevantes como el paisajista José María Velasco, el escultor Jesús Contreras y el pintor Saturnino Herrán.

Se apoyó la exploración arqueológica en diferentes regiones del país, destacando la labor pionera en esa especialidad de Leopoldo Batres, en sus exploraciones de Teotihuacán.

La educación…

Fue otro rubro de interés para el porfiriato. Se promulgaron disposiciones que fortalecieron la educación básica, convirtiéndola en gratuita, y organizándola en educación preescolar (párvulos), educación primaria elemental y educación primaria superior. Se constituyeron escuelas normales para profesores y profesoras de primaria. Se fundaron y fortalecieron instituciones de educación superior y media superior, como la Escuela Nacional Preparatoria, las escuelas de Jurisprudencia, Medicina, Ingeniería, Arquitectura, Artes Plásticas y la de Altos Estudios, entre otras. Estas escuelas de educación superior posibilitaron la fundación de la Universidad Nacional en 1910, a iniciativa de Justo Sierra, ministro de Educación del gobierno de Díaz.

La arquitectura…

Tuvo un gran desarrollo en diversas áreas dentro de esa profesión. Las innovaciones tecnológicas permitieron la utilización de novedosos sistemas de construcción, como las estructuras metálicas y las cimentaciones de concreto armado. Aparecieron nuevos tipos de edificios, como las tiendas departamentales, las estaciones de ferrocarril y las fábricas. El Gobierno se convirtió en el principal promotor de obras de arquitectura, al financiar ambiciosos proyectos arquitectónicos, como el Palacio Postal, el Palacio de Comunicaciones, el Nuevo Teatro Nacional (actual Palacio de Bellas Artes) y el Palacio Legislativo.

Palacio de Bellas Artes. Fotografía

Palacio de Bellas Artes
Archivo Seminario de Arquitectura y Vida Cotidiana, FES Acatlán-UNAM.

La arquitectura en el porfiriato

Templo de San Antonio, Aguascalientes, Aguascalientes, de Refugio Reyes.

Archivo, Seminario de Arquitectura y Vida Cotidiana, FES Acatlán-UNAM.

Hacienda y fábrica henequenera en Yucatán.

Archivo, Seminario de Arquitectura y Vida Cotidiana en la Ciudad de México, FES Acatlán-UNAM.


Materiales y sistemas constructivos
Un hecho de gran relevancia en la industria de la construcción, y que permitió el florecimiento de la arquitectura, fue el desarrollo tecnológico; la introducción de nuevos materiales y sistemas constructivos, como el concreto armado y las estructuras metálicas, posibilitaron que surgiera una arquitectura innovadora.
Expansión territorial
Fue explosiva durante el porfiriato; podemos afirmar que en ese periodo la superficie urbana se duplicó, debido a la creación de nuevos núcleos de población en la zona periférica de la ciudad, denominados desde entonces como “colonias”. Este crecimiento se dio de manera más o menos controlada, o por lo menos se impidió que fuera desordenado y caótico, gracias a esquemáticos lineamientos de planificación urbana; así, surgieron colonias destinadas a la población de escasos recursos, como las colonias Obrera, Tlaxpana, Morelos; a la clase media, como San Pedro de los Pinos; y colonias para la élite porfiriana, como la Roma y la Condesa. Debemos precisar que, antes del gobierno de Porfirio Díaz, ya habían aparecido las primeras colonias en la ciudad, la colonia Guerrero y la colonia Santa María (Romero, 1910).
Refuncionalización de espacios
Debido a la importancia que tenían para el proyecto de nación porfiriano el desarrollo económico e industrial, así como la educación y la salud, se generó una demanda de espacios construidos con características muy específicas. Los arquitectos porfirianos, hacia finales del siglo XIX, implementaron una respuesta alternativa, eficiente y rápida, enfocada en atender dicha demanda: la refuncionalización de espacios, que consistió en asignar nuevos usos y funciones a espacios ya existentes, sobre todo en edificios virreinales, principalmente conventos, posibilitando así, después de un cuidadoso trabajo de restauración y readaptación arquitectónica de esos viejos edificios novohispanos, dotar de espacios dignos a escuelas y oficinas públicas (Vargas, 1998).
Obras nuevas
La arquitectura porfiriana no sólo destacó por los magníficos proyectos de refuncionalización de edificios novohispanos; también se construyeron espléndidos ejemplos de obra nueva, en cada uno de los diferentes géneros que predominaron en esa época. Mencionaremos algunos de ellos. Dentro de la arquitectura habitacional tenemos la casa de Antonio Rivas Mercado, construida en la colonia Guerrero, en la Ciudad de México; en el caso de las tiendas departamentales, destacan el Palacio de Hierro y el Centro Mercantil. La arquitectura de los edificios públicos tiene relevantes ejemplos, como el Palacio Postal, de Adamo Boari y Gonzalo Garita, y el Palacio de Comunicaciones, de Silvio Contri. En los edificios de salud tenemos el Hospital General, el Hospital Francés y el manicomio La Castañeda. Se construyeron espacios conmemorativos, como el Hemiciclo a Juárez y la Columna de la Independencia. La arquitectura escolar del porfiriato tiene ejemplos sobresalientes, como la Escuela Normal de Profesores, en la Ciudad de México (convertido, años después, en el Colegio Militar de Popotla), del ingeniero Porfirio Díaz, y el magnífico Hospicio de Niños. En cuanto a arquitectura religiosa se construyeron el templo de la Sagrada Familia, en la colonia Roma de la Ciudad de México, de Manuel Gorozpe y Miguel Rebolledo, y el templo de San Antonio, de Refugio Reyes, en Aguascalientes.
Las fábricas porfirianas
Los conjuntos fabriles constituyeron un género importante en el porfiriato; su emplazamiento estaba condicionado por factores como la disponibilidad de la energía natural para poder impulsar la maquinaria, la proximidad de los mercados y la accesibilidad a la materia prima; frecuentemente, los conjuntos fabriles se convirtieron en focos de creación y expansión urbana. En su construcción se emplearon nuevos materiales y sistemas constructivos, para lograr espacios interiores con grandes claros y alturas, para alojar toda la maquinaria que se requería y poder almacenar grandes cantidades de materia prima. Materiales como el hierro, el acero, el tabique prensado y el concreto armado, en combinación con materiales pétreos tradicionales, fue lo que prevaleció en estas construcciones (Vargas, 1998).

La mujer y los espacios construidos

Si consideramos que el espacio diseñado para ser habitable por el ser humano es el objeto de la arquitectura, pensaríamos que los espacios arquitectónicos son iguales, tanto para hombres como para mujeres. No obstante, en términos de género, existe una discrepancia fundamental: hombres y mujeres piensan, utilizan y representan sus espacios cotidianos de una manera totalmente diferente. “La arquitectura siempre ha sido utilizada para acentuar las diferencias sociales y establecer identidades” (Villarreal, 2020, p. 2).

Las diferencias entre hombres y mujeres han existido siempre; sin embargo, como sociedad hemos tratado de hacerlas a un lado, pensando que ignorarlas aminorará el conflicto estructural inherente a las diferencias de género, pero esto no es así; de tal manera que debemos admitir “[…] entre los arquitectos y urbanistas que la ausencia de la lectura de género es una de las mayores fallas en la teoría del conocimiento de este siglo” (Villarreal, 2020, p. 2).

Las desigualdades en los espacios para hombres y mujeres comienzan desde el hogar. El diseño arquitectónico de la vivienda mexicana es el primero de los lugares en presentarla. Tradicionalmente, la figura femenina, en el hogar, debe habitar los espacios de “adentro”; a diferencia del varón, que habita los espacios de “afuera”. Las recamaras son consideradas los espacios de adentro, debido a que son sutiles, íntimos y recatados, descripción perfecta para la mujer mexicana; en cambio, la sala es considerada el lugar de afuera por excelencia, debido a que ésta es social, agradable y reconfortante, características con las que, tradicionalmente, se asociaba al hombre.

Ahora bien, durante el porfiriato, los espacios construidos en los que la actividad femenina tuvo una presencia sobresaliente fueron diseñados a partir de un pensamiento masculino paternalista, con el objetivo implícito de consolidar y perpetuar las conductas tradicionales que se esperaban de las mujeres; entre ellas, la sumisión, disfrazada de protección, y formarla para aprender y ejercer las actividades, que en esa época se consideraban propias de su condición de mujer, como la costura, la elaboración de trabajos artesanales y el magisterio.

Modelo impreso en papel con diseños de bordados
Modelo impreso en papel con diseños de bordados, ca. 1908.
Archivo, Seminario de Arquitectura y Vida Cotidiana en la Ciudad de México, FES Acatlán-UNAM.

Participación de las mujeres en la industria del tabaco

La actividad constructiva durante el porfiriato tuvo un notable desarrollo. En la república mexicana aparecieron, durante este periodo, obras de ingeniería y arquitectura de gran calidad constructiva y estética que cubrían una compleja y variada demanda de géneros de edificios.

Fábrica de tabacos La Fama en San Luis Potosí.
Fábrica de tabacos La Fama en San Luis Potosí.
De Cardona, S. (1892). De México a Chicago y Nueva York. Moss Engraving Co.

Tuvieron un destacado papel en esta actividad edificatoria, apareciendo construcciones que podemos considerar, en términos de espacios construidos, como innovadoras en varios sentidos, debido a las necesidades muy específicas que demandaban las fábricas que aparecieron a lo largo de esta época. Surgen novedosas soluciones constructivas consistentes en grandes espacios cubiertos con ligeras estructuras metálicas, con muy pocos apoyos interiores, para albergar grandes cantidades de materias primas y productos elaborados, así como enormes y pesadas máquinas.

La participación de la fuerza de trabajo femenina en el intenso proceso de industrialización desarrollado en el porfiriato es evidencia de los profundos cambios que presentó la sociedad en aquella época.


A continuación, se presentan ejemplos de espacios industriales relacionados con la producción del tabaco, en los cuales la participación de la fuerza de trabajo femenina fue determinante.


Fábrica de cigarros El Buen Tono



Fábrica de cigarros El Negrito

Establecida en la ciudad de México, y ocupando una parte del edificio que formó parte del claustro del magnífico convento virreinal de Santo Domingo, en la calle Leandro Valle, esta fábrica llegó a tener 800 trabajadores y, aunque no es posible determinar el número de mujeres empleadas, a partir de indicadores de la época sobre este tipo de establecimientos, en donde la constante era que, aproximadamente, la mitad de los trabajadores eran mujeres, podemos suponer que había, aproximadamente, 400 obreras.

Fábrica de cigarros El Negrito
Salón de empaque. Fábrica de cigarros El Negrito.
Figueroa, J. (1899). Guía general descriptiva de la república mexicana. El Distrito Federal (tomo I). Ramón de N. S. Araluce.

Instalaciones

La fábrica contaba con adelantos tecnológicos que le permitían, a pesar de estar instalada en un viejo edificio virreinal, tener un considerable volumen de producción, gracias a las modernas maquinarias instaladas en ella. Estos adelantos tecnológicos permitieron también mejorar considerablemente las condiciones del trabajo de los obreros, al contar con iluminación y ventilación adecuada en las áreas de trabajo, lo que se traducía en asegurar la buena calidad de los productos elaborados, si consideramos que el tabaco con el que se elaboraban los cigarrillos era de “la clase más superior” que se fabricaba en el país, la que se producía en Valle Nacional y en San Andrés Tuxtla (Figueroa, 1899).

Fuerza de trabajo de las mujeres

A pesar de que esta empresa contaba con importantes adelantos tecnológicos, el trabajo de las mujeres consistía en empaquetar, de manera totalmente manual, los productos. Para realizar esa actividad, agrupadas en un amplio espacio de trabajo, las mujeres trabajadoras contaban con mesas individuales con el tamaño suficiente para llevar a cabo el trabajo de envoltura de los cigarrillos, y en donde podían disponer los implementos necesarios para ejecutar de la mejor manera esa tarea.


Las mujeres y los espacios educativos porfirianos

La presencia de la mujer en el ámbito educativo fue de gran relevancia, a pesar de que, en términos generales, no recibía las mismas oportunidades que los varones. Era evidente que en el sistema educativo mexicano prevalecía la desigualdad de género, que se manifestaba en hechos como el siguiente: por cada cuatro escuelas masculinas existía solamente una femenina; además, la asistencia a la primaria superior (el equivalente a la escuela secundaria actual), sólo era obligatoria para las jóvenes que quisieran hacer estudios preparatorianos o universitarios; de no ser así, el sector femenino no estaba obligado a recibir estudio alguno.

Sin embargo, las mujeres del porfiriato encontraron la posibilidad de desarrollarse en la educación. Existieron importantes centros escolares para niñas y jóvenes en diferentes niveles: primaria, secundaria, normal y escuelas de artes y oficios. De algunos de estos centros educativos trataremos a continuación.

Escuela Nacional de Artes y Oficios para Mujeres
En este centro educativo las mujeres tenían la posibilidad de aprender diversos oficios, como nociones de contabilidad, bordado en blanco y a colores, encajes y deshilados, economía doméstica y práctica o tocado e higiene del cabello. El requisito para ingresar a la escuela era presentar un “certificado o constancia que acrediten los años que hubieren cursado de Instrucción” (Romero, 1910, p. 359), y en el curso de farmacia práctica se exigía haber terminado la instrucción primaria superior.
Escuela Normal de Profesoras

El interés que existió en el porfiriato de formar profesoras de educación básica, preescolar y primaria, se materializó en la creación, en 1890, de la Escuela Normal de Profesoras, ocupando un magnífico edificio virreinal con amplios patios: el convento de monjas de La Encarnación. La escuela se instaló en lo que fue el claustro del convento (Galván, 2016).

Escuela Normal de Profesoras
Edificio en el que estuvo la Escuela Normal de Profesoras, actualmente Secretaría de Educación Pública.
Olavarría, R. (Ed.). (1945). México en el tiempo, fisonomía de una ciudad. Talleres de Excelsior.

Los antecedentes de esta escuela son los siguientes. En 1888, el Gobierno dispuso la transformación de la Escuela Secundaria para Niñas, instituida desde 1867 y que, gracias a una modificación del año 1878, le fue otorgada la posibilidad de formar maestras y expedir el título de profesoras, para convertirla en la Escuela Normal de Profesoras de Instrucción Primaria (Larroyo, 1962).

La duración de la carrera de maestra normalista era de cinco años, y el plan de estudios tenía el objetivo de formar educadoras de nivel básico, incluyendo educación primaria y preescolar. El título que se otorgaba era de “Maestra Normalista de Educación Primaria” (Romero, 1910, p. 422) y, para obtenerlo, se debía sostener un examen profesional. En una publicación de 1910 sobre la Ciudad de México, se consigna el dato de que esta escuela contaba, en ese año, con 346 alumnas.

Colegio de la Paz

En 1909, la población escolar del colegio fue de 926 alumnas y recibía financiamiento del Gobierno Federal y de particulares (Romero, 1910).

Plano de la Planta Baja, Colegio de la Paz
Plano de la Planta Baja, Colegio de la Paz.
Seminario de Arquitectura y Vida Cotidiana, FES Acatlán-UNAM.

Algunos espacios con los que contaba el edificio, además de los salones de clase, tres amplios patios y la capilla del edificio original, eran los dormitorios de niñas internas, salón de estudios, comedor o refectorio, salón de música, biblioteca, enfermería, lavaderos y jardín.

Plano de la Planta Alta, Colegio de la Paz
Plano de la Planta Alta, Colegio de la Paz.
Seminario de Arquitectura y Vida Cotidiana, FES Acatlán-UNAM.

Colegio de la Paz

Tiene su origen en el virreinato, pues se fundó en el siglo XVIII, con el nombre de Colegio de San Ignacio de Loyola, pero desde entonces se conoció popularmente como Colegio de las Vizcaínas. Fue, desde su origen, un colegio laico, destinado a recibir exclusivamente a niñas. Continuó funcionando durante el siglo XIX, y en el porfiriato tuvo importantes cambios en sus planes de estudio.

Patio principal, Colegio de la Paz
Patio principal, Colegio de la Paz.
Seminario de Arquitectura y Vida Cotidiana en la Ciudad de México, FES Acatlán-UNAM.

Funcionamiento y organización

El funcionamiento del colegio estaba organizado de acuerdo a los lineamientos educativos oficiales de la época. El plan de estudios del colegio estaba dividido en tres grandes etapas, llamadas escuelas, “Escuela de párvulos”, “Escuela primaria elemental” y “Escuela primaria superior”. Estas escuelas estaban constituidas por alumnas “externas” e “internas”. Había una “Escuela de párvulos”, que recibía niñas de tres a seis años de edad; una “Escuela primaria elemental”, con niñas de seis a 12 años externas y de ocho a 12 años internas, con una duración de cuatro años; y una “Escuela primaria superior”, con niñas que acreditaran haber terminado la primaria elemental y su duración era de dos años.

Paralelamente se impartían 18 cursos libres o “cátedras especiales”, con la finalidad de ofrecerles, a las jóvenes que las cursaran, conocimientos en “ocupaciones lucrativas propias de su sexo y su natural inclinación” (Romero, 1910, p. 414). Algunos de esos talleres eran conocimientos comerciales, escritura en máquina, “Letra de adorno y dibujo a pluma […]. Fabricación de encajes de hilo […]. Fabricación de flores artificiales […]. Bordados de toda clase […]. Corte de ropa y confecciones” (ibíd.).

Propósito

La idea que prevalecía en la época porfiriana sobre la educación de la mujer, queda de manifiesto en los fines que se pretendían lograr en ese colegio:

[…] desarrollar las facultades morales, intelectuales y físicas de la mujer de acuerdo con su misión en la sociedad y en la familia y con los diversos oficios, artes y empleos que pueda ejercer, teniendo como base fundamental la formación de un espíritu recto, generoso y filantrópico que impulse a las educandas al bien por el bien mismo. (Romero, 1910, p. 413)

Otro propósito que se pretendía alcanzar con las niñas del colegio era “cultivar sus buenos sentimientos, disciplinar su voluntad, procurar su desarrollo general y dotarla de los conocimientos que son indispensables para la vida social y del hogar doméstico, que es donde la mujer está llamada a ejercer sus funciones más importantes y más nobles” (ibíd.).

La educación que se daba en el Colegio tenía la finalidad de ofrecer, a las niñas y jóvenes, la educación que les permitiera realizar, de la mejor manera, de acuerdo a la concepción porfiriana, la misión que como mujeres les había asignado la sociedad.

Aprenden las niñas primeramente escritura, dibujo y gramática; ejecutan hermosos cuadros pintados a la aguada, y ramos de flores sobre concha; se les enseña a bordar y a coser en blanco, siendo notables los bordados con hilo de oro y seda y llaman la atención los tejidos de estambre. Reciben lecciones de geografía, historia, higiene doméstica y otra porción de ramos, indispensables hoy para la buena educación de la madre de familia. Pueden aprender allí desde los rudimentos de primeras letras, hasta manejo y economía en el gobierno doméstico, música y canto, proporcionándoles cuantos útiles son necesarios. (Rivera, 1981, pp. 235-236)

Hospicio de Niños

Un importante centro educativo del porfiriato, obra de asistencia social que ofrecía albergue y educación a niños y niñas en situaciones vulnerables, fue el Hospicio de Niños.



La escuela Casa Amiga de la Obrera

Otra institución benéfica en favor de la niñez se fundó en 1887. Fue la Casa Amiga de la Obrera, destinada a recoger por las mañanas y devolver por las tardes a los niños de pobres mujeres que han menester de esta ayuda, por consagrarse durante el día a labores fuera del hogar. A doña Carmen Romero de Díaz, esposa del presidente, se debió la fundación de este hogar diurno de la niñez menesterosa (Larroyo, 1962).

Planta general de la escuela Casa Amiga de la Obrera núm. 1. Chacón, G. (2009). Beneficencia pública para mujeres obreras. Casa Amiga de la Obrera no. 1 (tesis de licenciatura). UNAM.

Creación

Se creó en 1887 por iniciativa de la esposa del presidente de la república, Carmen Romero Rubio de Díaz, con el fin de apoyar a las madres trabajadoras de la Ciudad de México, que tenían dificultades para atender adecuadamente a sus hijos, principalmente en el aspecto educativo, debido a su condición de mujeres obreras, con evidentes limitaciones económicas.

En esta escuela se proporcionaba a los niños, además de educación formal, buena alimentación, atención y cuidado de personal especializado. Podemos decir que esta propuesta educativa es el antecedente, en México, de las estancias infantiles y las guarderías. Cuando inició sus actividades, la escuela únicamente atendía los dos primeros grados de educación primaria. En el periodo comprendido de 1904 a 1914, concluyeron su instrucción elemental 932 alumnos.

Planta general de la escuela Casa Amiga de la Obrera núm. 1. Chacón, G. (2009). Beneficencia pública para mujeres obreras. Casa Amiga de la Obrera no. 1 (tesis de licenciatura). UNAM.

Instalaciones

Después de permanecer algunos años en un edificio del centro de la ciudad, la escuela se trasladó a un nuevo edificio debidamente acondicionado para la realización de los objetivos de la escuela, localizado en lo que en esa época eran los límites de la capital, en la actual colonia Doctores, denominada en esa época colonia Hidalgo, en el número 75 de la calle Dr. Jiménez. Se le conoció como Casa Amiga de la Obrera núm. 1, debido a que, gracias al buen resultado de este proyecto educativo, se fundaron otras escuelas con la misma vocación educativa asistencial.

La escuela tuvo financiamiento público desde 1887 hasta 1911, a través del régimen llamado “Beneficencia Pública”. Finalmente, tuvo que cerrar entre 1914 y 1916 por falta de presupuesto, debido a las condiciones de inestabilidad social y económica en ese momento, pero, a partir del año 1916, las actividades se reanudaron gracias a la Dirección de Beneficencia Pública, organización que la sostuvo hasta 1937 (Lara, 1987).

Conclusiones

Actividad. La mujer y la arquitectura industrial y educativa en la Ciudad de México durante el porfiriato

Nos hemos dado a la tarea de estudiar los espacios de la mujer en la arquitectura porfiriana, a través de ejemplos de edificios educativos e industriales, con la finalidad de reconocer si fueron diseñados para que las mujeres pudieran desempeñar sus actividades.

Autoevaluación. La arquitectura porfiriana

Con este breve panorama a la historia de la arquitectura mexicana en la época profiriana y a las condiciones en las que las mujeres realizaban diversas actividades, principalmente laborales y educativas, y los espacios construidos en los que las desempeñaban dentro de la Ciudad de México; se ha dado cuenta de que en ese entorno social la perspectiva de género estuvo, sencillamente, ausente.

Fuentes de información

Básicas

Bibliografía

  • Chacón, G. (2009). Beneficencia pública para mujeres obreras. Casa Amiga de la Obrera no. 1 (tesis de licenciatura). UNAM.
  • Espinosa, A. L. (2017). La arquitectura porfiriana: Material de apoyo didáctico para la asignatura Historia de la Arquitectura en México: siglos XIX, XX, XXI (tesis de licenciatura). UNAM.
  • Figueroa, J. (1899). Guía general descriptiva de la república mexicana. El Distrito Federal (tomo I). Ramón de N. S. Araluce.
  • Lara, M. (1987). Las escuelas Casa Amiga de la Obrera (tesis de licenciatura). UPN.
  • Larroyo, F. (1962). Historia comparada de la educación en México (6.ª ed.). Porrúa.
  • Plowes, M. (1905). II. Ubicación y descripción general [párrafo 6]. En Informe del Sr. ingeniero Mateo Plowes sobre el establecimiento y construcción del edificio destinado a Hospicio de Niños. Secretaría de Estado y del Despacho de Gobernación/Secretaría de Fomento.
  • Romero, J. (1910). Guía de la Ciudad de México. Porrúa.

Documentos electrónicos

  • Londoño, A. M. (Comp.). (2021). Diversidad humana [Versión electrónica]. SENA. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20210625023605/Diversidad-humana.pdf
  • López, M. (2011). Barreras que impiden la escuela inclusiva y algunas estrategias para construir una escuela sin exclusiones. Innovación Educativa, 21, 37-54. http://hdl.handle.net/10347/6223
  • Universidad Autónoma de Barcelona/UNICEF España. (2017). Los factores de la exclusión educativa en España: Mecanismos, perfiles y espacios de intervención [Versión electrónica]. UNICEF. https://www.unicef.es/sites/unicef.es/files/comunicacion/Factores_de_exclusion_educativa_en_espana.pdf

Complementarias

  • De Cardona, S. (1892). De México a Chicago y Nueva York. Moss Engraving Co.
  • Galván, L. E. (2016). Derecho a la educación. Secretaría de Gobernación/Secretaría de Cultura/Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México/Instituto de Investigaciones Jurídicas-UNAM.
  • Morales, M. D. (1987). La expansión de la Ciudad de México (1858-1910). En G. Garza (Comp.). Atlas de la Ciudad de México. Departamento del Distrito Federal.
  • Olavarría, R. (Ed.). (1945). México en el tiempo, fisonomía de una ciudad. Talleres de Excelsior.
  • Rivera, M. (1981). México pintoresco, artístico y monumental (tomo II). Valle de México.
  • Romero, J. (1978). México, historia de una gran ciudad. B. Costa-Amic.
  • Secretaría de Estado y del Despacho de Gobernación. (1905). Hospicio de Niños. Secretaría de Fomento.
  • Vargas, R. (Coord.). (1998). Historia de la arquitectura y el urbanismo mexicanos. El México independiente. Afirmación del nacionalismo y la modernidad (tomo II, vol. III). FCE.

Cómo citar

Rodríguez, J. L., Cordero, E. M. (2024). La arquitectura porfiriana habitada por las mujeres de la época. Unidades de Apoyo para el Aprendizaje. CUAIEED/Facultad de Estudios Superiores Acatlán-UNAM. (Vínculo)